Quinta do Lago: cinco décadas siendo "it"
El agente inmobiliario llegó tarde. Tal vez fuera mejor darse por vencido, tal vez no tenía sentido. Podría aprovechar mejor su tiempo, en lugar de quedarse allí esperando. Pero el agente llegó al volante de un Renault 4L. Su accidentado viaje los llevó por la zona de Ría Formosa, pero también los llevó, por una miríada de caminos de tierra batida, a la decepción. Ese día de abril de 1970, lograron perderse en el pantano. Se acercaba la hora de comer y la frustración aumentaba; el día parecía perdido. Tal vez el nombre de la finca de 300 años de antigüedad —Quinta dos Descabeçados (Granja de los Decapitados)— fuera en sí mismo una advertencia para que la idea se deshiciera de ella. Pero el agente insistió. La carrera por transformar la costa sur del país ya había comenzado, aunque en la sombra (estaba en una fiesta en las Bahamas cuando un vendedor sueco le dijo que el Algarve era el futuro, lo que despertó su interés). Puede ser que la luz estuviera escondida en algún lugar de estas propiedades del banquero Afonso Pinto de Magalhães, pero sigamos. Pasaron por un pinar El bosque, desembocó en una colina y, de repente, allí estaba: el verde y el azul fundiéndose, el blanco de las dunas casi doloroso a la vista, el espacio y el tiempo suspendidos, los límites tendiendo hacia el infinito. “Esto es todo”.